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Una de las legumbres favoritas de los ecuatorianos es el frijol chocho ―variedad algo pequeña, blanca, ovalada y seca del frijol―. Popularidad obtenida gracias a sus componentes nutricionales, versatilidad y sabor. ¿Te animas a descubrir un poco más sobre él?
Aprendiendo sobre el frijol chocho del Ecuador
Aprendiendo sobre el frijol chocho del Ecuador

Otros de sus nombres

En caso que no logres identificarlo por el nombre que recibe tradicionalmente en Ecuador, puede que lo conozcas como «blanquillo», «frijol blanco», «frijol boston», «guisante blanco», «haba perla» o simplemente «haba», «judía», «Paimpol», «Pía» o «Tarwi».

Mientras que si te va más lo formal, puedes hallarlo por su nombre científico « Lupinus mutabilis». 

Y como dato curioso, también se le ha llegado a apodar «Navy bean» ―pues desde mediados del siglo XIX es empleado por la Armada estadounidense como uno de sus alimentos básicos.  E incluso, durante la segunda guerra mundial se le llegó a denominar como «frijol yankee», por lo mismo.

Usos

Además de emplearse para el consumo, el frijol chocho también suele utilizarse como abono ―específicamente sus semillas―, pues es buenísima para mantener suelos fértiles gracias a su capacidad de adaptación; soportando desde temperaturas bajas, hasta intensas sequías. 

Y es que pareciera que esta legumbre todo lo hace bien, porque su adaptación no está únicamente limitada al proceso de sembrado, sino que también aplica para los alimentos preparados con este. Pudiendo usarse en tradicionales sopas, ensaladas y purés ¡o como ingrediente en un pastel! 

Aportando una gran cantidad de beneficios tras su consumo, resaltando su contenido de lípidos y proteínas, así como de apigenina, fosfatidilserina y ácido ferúlico. 

¿Sabías que...?

El frijol chocho se desarrolla en zonas con precipitaciones bajas, que rondan los 300- 600 mm, pero con una altura de entre 2000 y 3800 metros sobre el nivel del mar.  Proviniendo de plantas de tipo arbustivas o de enredaderas. 

Y son tan antiguas, que hay registros donde se detalla la presencia de sus semillas en tumbas de la cultura nasca (100 a 500 a.C) demostrando con ello la importancia que tenía en ese entonces, y que conserva a día de hoy.